LUIS ERNESTO GÓMEZ

(Maracay, Venezuela, 1977)
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SILVIO RODRIGUEZ: DEL CANTO A LA POESIA


-----------------------------Luis Ernesto Gómez


El canto es la vida de la letra, en ella la poesía resucita o nace. Inimprimible, el canto se esboza como música, y la voz que lo produce se convierte en el único instrumento musical capaz de acoger la palabra. La palabra entonces adquiere la gestualidad de lo vivo, tan poco definible como el amor, pero a la vez tan justa en su experiencia, porque la voz cantada parece una especie de arte pictórico en el aire que nos llega suavemente al oído. De ahí que nos permitamos recordar a Tagore en voz del poeta Cabral, que dice que “cuando el hombre trabaja, Dios lo respeta, pero cuando el hombre canta, Dios lo ama“ (Lo Cortez no quita lo cabral. Volumen dos. 1996).

Silvio Rodríguez viene a ser uno de ejemplos más queridos en el canto popular latinoamericano, sus letras tienen ese grandioso sabor que le proporciona su madurez poética, caso algo particular en la música popular. Pocas veces se puede evidenciar en la música popular tanta profundidad como en sus letras. Es cabeza del movimiento de “La Nueva Trova Cubana”, que surge luego de la Revolución en su país y contempla figuras como Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente Feliú, y otros. Interesante es la descripción que Benedetti hace de su voz: “no es cálida, ni grave, ni particularmente seductora, sino más bien aguda, de un timbre casi metálico y sin embargo frágil; al escucharlo uno llega a temer que en cualquier momento se le quiebre la voz, y ese riesgo, que en su caso no es deliberadamente buscado, sino más bien asumido como algo irremediable, también forma parte de su extraño atractivo” (Benedetti. Prólogo del libro: Sanz, Joseba. “Memoria trovada de una revolución”.).

Su voz, su guitarra, así como sus letras, contienen una una profunda honestidad de expresar lo que le rodea, un compromiso ante su sociedad y los seres que la integran, que estimula su sensibilidad para hacerla canción. Su aliento poético cubre desde elementos del desgarramiento, “ojalá que me lleve la muerte para no verte tanto, para no verte siempre”, hasta la diafanidad y el humor en la protesta, “si saber no es un derecho, seguro será un izquierdo”, de lo irónico, “será que la necedad parió conmigo, la necedad de vivir sin tener precio”, a la voz lúdica, “sospecho que hoy empiezo a ser canción”. Silvio es el poeta cuyo aliento se sirve de la música, y a la inversa, y nada tiene que envidiarle a los grandes poetas universales de todos los tiempos.

Sobra en la obra de Silvio qué comentar: más de quinientas canciones se dice que ha compuesto. Su “Canción del Elegido”, compuesta en 1969, posee ciertos elementos interesantes para ser desglosados, por no decir un misterioso magnetismo (Rodríguez, Silvio (1978). Al final de este viaje. [CD]).


Siempre que se hace una historia
se habla de un viejo, de un niño o de sí,
pero mi historia es difícil;
no voy a hablarles de un hombre común.
Haré la historia de un ser de otro mundo,
de un animal de galaxias.
Es una historia que tiene que ver
con el curso la Vía Láctea.
Es una historia encerrada.
Es sobre un ser de la nada.

Nació de una tormenta,
en el sol de una noche el penúltimo mes.
Y fue de planeta en planeta,
buscando agua potable,
quizás buscando la vida
o buscando la muerte,
eso nunca se sabe.
Quizás buscando siluetas,
o algo semejante que fuera adorable,
o por lo menos querible, besable, amable.

Él descubrió que las minas
del Rey Salomón se hallaban en el cielo
y no en el África ardiente,
como pensaba la gente.
Pero las piedras son frías
y le interesaban calor y alegría.
Las joyas no tenían alma,
sólo eran espejos, colores brillantes,
y al fin bajo hacia la guerra ...
¡perdón! Quise decir a la tierra.

Supo la historia de un golpe,
sintió en su cabeza cristales molidos
y comprendió que la guerra era la paz del futuro:
lo más terrible se aprende enseguida
y lo hermoso nos cuesta la vida.
La última vez lo vi irse,
entre humo y metralla,
contento y desnudo,
iba matando canallas,
con su cañón de futuro.


Este es un excepcional ejemplo de canción sin edad: sus elementos, han hecho estremecer la vibra humana a adultos, como también a niños: su edad es lo universal. La coincidente mezcla de letra y sabiduría, su melodía y el trazo de ese “ser de otro mundo” que viene a estimular nuestra imaginación, nos saca del plano que consideramos “real”, de lo cotidiano: por eso es que su “historia es difícil”, pero también errante como la imaginación, y atrapa como un cuento infantil al niño que tenemos dentro.

La historia de ese ser “que va de planeta en planeta buscando...”, que ha dejado atrás su hogar en lo lejano. El “agua potable” que busca es una metáfora de la vida, y la muerte es el riesgo, y su momento, incierto: “eso nunca se sabe”. Ese ser que busca el amor, “quizás buscando siluetas o algo semejante, que fuera adorable, ... querible, besable, amable”. Ser excepcional que consigue el tesoro del Rey Salomón, tan buscado por los hombres, pero esas joyas “no tenían alma, esas piedras [eran] frías, sólo eran espejos, colores brillantes” nada más, no brota en ellos el vapor amable de la vida.

El poeta en su ironía acierta a través de una aparente equivocación: “la guerra... ¡perdón! quise decir la tierra”, como quien dice entre líneas: la tierra, morada del hombre y sus eternas guerras, retrato de nuestra terrible naturaleza humana. La idea de que “la guerra era la paz del futuro”, posee una gran vigencia y cualquier parecido con las guerras e invasiones que ha perpetrado Estados Unidos en el medio oriente no parece ser pura coincidencia. El mensaje no puede ser más claro: valoremos la paz, justo antes que estemos a punto de perderla. El ser de otro mundo, ahora alejado de su cotidianidad, al igual que nosotros, comprende esta difícil historia: el dilema de la guerra que es paz. El sentido de esto es decir que: la normalidad futura será la guerra y nos habituaremos a ella, lo cual resulta una escenario denunciado como una aterradora realidad.

“Lo más terrible se aprende enseguida, y lo hermoso nos cuesta la vida” viene a ser la reflexión de lo anterior, un aforismo sublime y preciso. El ser comprende al instante, con un “golpe de cristales molidos”, lo terrible (vaya qué terrible han sido los sucesos del pasado siglo XX). Sin embargo, el ser no vacila, se resuelve en la búsqueda de lo hermoso, dispuesto a dar su vida. Este ser, viene a encarnar una de las más hermosas mitologías creadas en Latinoamérica en el siglo XX, que contradice el prototipo de héroe contemporáneo que no se salva, que muere, sin anhelos, nada que lo haga destacar en su dignidad. El héroe, el elegido, es el reflejo de lo ideal, el ente arquetípico que encarna las esperanzas de una sociedad; de tal manera que esa figura del antihéroe tan en boga en el siglo XX y en estos principios del XXI evidencia la más completa degeneración de lo humano y de su sociedad. Ahora cuando el mundo es unipolar, y ese país que debe ser el prototipo, tiene ante sí un 11 de Septiembre una tragedia inesperada, se dan cuenta que ni siquiera ellos son invulnerables: no hay héroes que encarnen los deseos en nuestras selvas de concreto y parece que todo cae en un vacío que se extiende.

Este héroe, este ser elegido, aquél que da la vida, “contento y desnudo”, porque mantiene esperanzas, sabe que debe luchar y se difumina en ella: “difuso entre humo y metralla”, y que desaparece como ejemplo de quién se sacrifica apostando al futuro. Qué de carne y hueso es este héroe, qué es este “otro mundo” sino otra visión, este héroe no es un Dios, pero mantiene una virtud humilde y honesta, que muchas veces no tenían los dioses griegos, un héroe que muere, pero que en su muerte, puede encarnarse en miles de espíritus vivientes contagiados por su ejemplo. Este ser de otro mundo es la metáfora del visionario y, como tal, también del artista. El artista que blande el pincel, la canción, que con su pluma acoge la palabra, ese decoro que es “cañón de futuro”, que nos dispara hacia ese porvenir menos funesto e inhumano que se podría avizorar. El arte es pues, un arma visionaria: lo dice el mismo Silvio en otra canción, “la guitarra del joven soldado es su mejor fusil” (Rodríguez, Silvio, 1991. “Silvio”. [CD]): fusil de las ideas y el espíritu. Con una especie de verso autobiográfico, lo dice también el poeta español Gabriel Celaya en el canto de Paco Ibáñez al decir que “la poesía es un arma cargada de futuro” (Ibáñez, Paco (1996) “Paco Ibáñez – 2” [CD]).

A este héroe puede hacérsele coincidir con la trayectoria de Ernesto Guevara, -mucha se dice sobre esto-, del ser que viaja desde Chile a Guatemala, presenciando la miseria de los pueblos, y en México se une a la expedición a Cuba liderizada por Fidel Castro, que a la postre lograría derrocar a Batista, luego de dos años de lucha. Guevara, luego de varios años trabajando con el gobierno cubano, decide volver a la guerrilla en Bolivia donde muere. Lo más resaltante de Ernesto Guevara, es la noción de “hombre nuevo”, que es aquél trabajador “estimulado por algo más fuerte que la esperanza individual de obtener una mayor ganancia”, es decir “por la satisfacción de participar en la labor común” (Guevara, Ernesto (1977). “Escritos y Discursos”); una razón de ser un poco extraña para esta sociedad donde la mercancía prima sobre lo humano, donde el trabajo normalmente no exalta la vocación y las capacidades del individuo. De tal manera, este hombre nuevo, brotará de la creación de una nueva conciencia, y ésta debe ser una labor inherente a cualquier sistema, que se empeñe en ser digno y humano –sea capitalismo, socialismo, o tercera vía. La figura de Ernesto Guevara ha sido llevada al Olimpo del mito, del ser rebelde en la juventud, del revolucionario. Recordemos, entonces, al poeta Cabral, cuando dice que “la revolución fundamental es revolucionarse” (Cabral, Facundo. “Lo Cortez no quita lo Cabral. Volumen dos. 1996”), es decir, dedicarnos al estudio y reflexión, como medio de apoderarnos de nuestra conciencia, tan continuamente manipulada por la propaganda y el comercio.

Por último, conviene recordar que el arte, el verdadero arte, está por encima de cualquier sistema político. El arte no ha podido ser domesticado, cada vez que algunos ceden, aparecen otros movimientos con distintas propuestas e influencias, y no se ha podido encajonar el arte, la poesía, menos ser controlados en su totalidad. El arte posee un poder: el poder de lo humano, mezcla de razón e intuición, algo más allá de cualquier sistema político. De ahí, que esta “Canción del Elegido”, aunque según dicen fuera dedicada al Ché, aunque nazca con el título de una tierra socialista con sus evidentes etiquetamientos y malentendidos, aciertos y errores, viene a ser una poesía del más puro preciosismo que conlleva una cosmovisión poética y nos da un hermoso respiro en nuestra cada vez más vacía contemporaneidad, donde la experiencias como el amor, se encuentran en temible extinción.

Luis Ernesto Gómez
Caracas, 2004

REFERENCIAS
Benedetti, Mario. “Silvio visto por Mario Benedetti”. En: Prólogo de Joseba Sanz. “Memoria trovada de una revolución”. Editorial Txalaparta, Navarra.
Cabral, Facundo y Tagore, Rabindranath (1996). “Texto Tagore”. En: “Lo Cortez no quita lo Cabral. Volumen dos”. [CD]. EMI Music México.
Guevara, Ernesto (1977). “Escritos y discursos”. Tomo 8. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
Ibáñez, Paco y Celaya, Gabriel (s.f.). “La Poesía es un arma cargada de futuro”. En: “Paco Ibáñez – 2” [CD] (Grabación No. G-80.4220). EMEN (1996).
Rodríguez, Silvio. (1969) “Canción del Elegido”. En: “Silvio Rodríguez 1968/1970 Al final de este viaje”. [CD]. Producciones Ojalá (1978).
Rodríguez, Silvio. (1991) “La guitarra del joven soldado”. En: “Silvio”. [CD]. Producciones Ojalá.

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